Cuando piensas demasiado puedes ponerte triste, puedes recordar cosas que preferirías olvidar, puedes sentir que el mundo se te viene encima y que no puedes evitarlo. Pero, hay días en los que piensas demasiado y puedes llegar a conclusiones que no te dejan feliz, pero tampoco ese amargo sabor que te queda cuando estás deprimido. Supongo que no se puede definir con palabras todo lo que uno llega a sentir cuando los pensamientos te devoran la mente, pero es como quedarte en un estado neutro e indiferente en el que no ves colores, pero tampoco lo ves todo en blanco y negro, en el que no escuchas gritos y tampoco tristes susurros. En realidad, no hay voces, no hay nadie, es una soledad completa, pero tampoco te sientes tan mal, lo que ocurre es que las cosas que ves y que sientes son más complicadas. Digamos que la mente se vuelve extraña, más de lo normal y ahora mismo escribo simplemente las palabras que me van apareciendo en la imaginación sin buscarles un orden, porque el caos, en cierto modo, llega a ser más hermoso porque nada tiene sentido y las cosas se vuelven distintas a como son en la realidad. Puedes vivir el mundo real dentro de un sueño. Y vuelvo a decir que no se puede explicar todo lo que a uno se le pasa por la cabeza, no habría suficiente papel en el mundo para hacerlo. Y así acaba un episodio de una rara que sólo quiere pensar en "soy feliz, estoy bien, ahora mismo, esto es perfecto..."

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