Entre las rosas 
me quedé dormida
y morí desangrada
por culpa de las espinas...

Agujerearon mi carne
y me atraparon
e hicieron mi 
corazón pedazos...

Entre lágrimas azules
llenas de luna
mis gritos se
apagaron con ternura...

Al despertar 
me sentí nueva
porque me había quedado
dormida entre rosas negras.



Se quedó dormida agarrándome de la mano con una sutil y casi invisible sonrisa en su rostro de muerta viviente. Hacía mucho tiempo que no la veía tan tranquila, siempre estaba con las uñas mordidas, los brazos y las piernas llenos de arañazos y los labios con pequeñas cicatrices.
Había días en los que la veía con los ojos muy abiertos y observando todo lo que la rodeaba, en otras ocasiones sus brazos colgaban, su mirada estaba perdida, como si la hubieran ofuscado.
No hacía falta conocerla para hacerse una idea de lo que sentía y siempre uno podía imaginarse lo que pasaba: ¿Maltrato, enfermedad, bullying?
En alguna ocasión había escuchado rumores que se iban divulgando por el instituto: “Me han contado que un amigo de su padre abusó de ella y su madre”, “Por lo visto estuvo un par de años metidas en las drogas. La intentaron meter en centros de rehabilitación, pero siempre se escapaba”, “Se ha intentado suicidar siete veces”, “Es una puta psicótica. Se piensa que unos aliens la persiguen”. Sé que esta última historia es bastante inverosímil, pero la escuché de primera mano.
Comenzaré diciendo que no era bullying. No es algo creíble debido a los crueles cotilleos que la implicaban, pero a ella siempre le había dado igual lo que pensaran los demás, no le dolía lo que pudieran decir sobre ella, tan sólo las voces que escuchaba en su cabeza.
Ella estaba sufriendo mucho y odiaba verla así, con esas pesadillas que la acosaban cuando estaba despierta, que era, prácticamente, las veinticuatro horas del día. Las ojeras le pesaban tanto que siempre estaba cabizbaja. Era horrible, sobre todo porque no me veía capaz de ayudarla, a pesar de que siempre estaba hablando con ella, tratando de hacer que se sintiera mejor, pero no funcionaba y ella acababa llorando y gritándome que ya no podía más.
Jamás olvidaré aquel día en su casa en el que se acostó en la cama y se tapó hasta la nariz. Tenía los ojos muy abiertos y con un tono serio y tétrico que denotaba cansancio y locura me dijo “Quiero morir…”. Y cogió un bote de pastillas y una botella de alcohol y me quedé con ella hasta que su corazón se apagó por completo, sonriendo, pensando que por fin me había hecho caso, pues qué mayor consuelo tiene la depresión que el ver morir a su portadora.


Te amo con toda mi alma, mi corazón, mi cabeza cuando piensa y cuando no. Te amo a través de los fríos kilómetros que hacen que tu tacto sea más cálido. Te amo cuando tiembla mi cuerpo al notar tus abrazos que obligan a mi boca a sonreír, a mis ojos a cerrarse... Te amo cuando acercas tu cara a la mía y un beso nos une. Te amo cuando me dices todas esas cosas que me hacen sonreír, cuando me consuelas al ver las lágrimas caer, cuando me haces más fuerte con cada palabra salida de tus labios. Te amo por tu forma de ser, por tu corazón que no conoce el odio. Te amo por esos ojos brillantes que miran a través de mí, por esa nariz que es perfecta para besar, esos finos labios, ese pelo revuelto. Te amo por ser quien eres, un capitán que me guía cuando siento que el barco va a la deriva. Te amo porque eres mi reflejo, soy tu espejo. Te amo por encima de cualquier defecto, porque el amor es más fuerte que cualquiera de ellos y porque también los amo, simplemente, porque son parte de ti, son parte de esa gran persona a la que amé, amo y amaré pues la vida con ella coge color y me empiezan a gustar las flores, su perfume, su olor... Muchas cosas llenan mi vida ahora, pero quien la completa, pues es parte de mi corazón, eres tú y por eso también te amo. Por hacerme feliz te amo. Te amo, porque eres tú.


Me desperté bajo las sábanas calientes escuchando esa dulce voz que salía de tus labios. Con los ojos cerrados te miré y seguí escuchándote mientras sonreía. Estábamos teniendo una de esas largas conversaciones en las que hablábamos sobre lo que sentíamos, nos reíamos de monerías, nos decíamos las ganas que teníamos de hacer el amor, de todo lo que haríamos cuando los 2000Km desaparecieran. Yo no me daba cuenta, pero a medida que pasaba el tiempo tú te ibas, mis ojos se abrían, ya no te veía...
Me desperté y le hablé a la oscuridad pensando que aún seguías ahí. No recordaba que nos hubiéramos despedido, pensaba que la ventana era la pantalla por lo que te observaba, hasta que me di cuenta que no estabas ahí...
No importa las veces en las que mis sueños me engañen, porque sé que al final no serán sólo eso. En 365 días la realidad se impondrá de verdad y los "te amo" se volverán de carne y hueso y no serán sólo datos que mandan nuestros corazones a 2000Km...
Me despertaré bajo las sábanas calientes escuchando esa dulce voz que saldrá de tus labios. Con los ojos cerrados te miraré y seguiré escuchándote meintras sonrío, pero antes de que sigas te besaré, me abrazarás y nos susurraremos al oído "Te amo"...


Me desperté, desorientada, sin saber dónde estaba, ni lo que había pasado. Tenía la visión borrosa y me dolía la cabeza. La boca me sabía a hierro, a sangre. Cuando mi vista comenzó a mejorar pude ver que estaba en un callejón, iluminada tan solo por una farola que apenas emitía luz. No sabía como había llegado hasta allí, pero en esos momentos no me importaba saberlo, sólo quería salir de ahí.
Traté de levantarme, pero las piernas no me respondían. Tenía todas las extremidades entumecidas. Debía de haber pasado muchas horas metida en esa oscura calle. Hacía frío, mucho frío, demasiado para que fuera una típica noche de verano, pero ¿y si no era verano? No recordaba nada, podría estar en cualquier fecha y yo no saberlo.
Traté de mantener el calor, pero no podía, me resultaba imposible. Cuantas más veces lo intentaba más frío tenía. Cada vez que trataba de moverme el cuerpo me comenzaba a doler horriblemente. Lentamente intenté mover los brazos y sentí como la sangre circulaba nuevamente por mis venas, pero no era una sensación agradable, es más, la detestaba. Me sentía como si fuera un cadáver al que trataran de reanimar. Frío, sin vida.
Cuando sentí que los brazos recuperaban su movilidad, decidí continuar por las piernas. Tenía la carne de gallina y tan solo el roce con mi piel resultaba una sensación extraña, era como si no fuera yo, como si tocara a un desconocido.
Me resulto realmente difícil reanimar mis piernas, pero después de un rato conseguí que reaccionaran. Me levanté y sentí como el frío y húmedo asfalto castigaba a mis pies descalzos. Fue cuando me di cuenta de que tan solo llevaba un corto pijama de verano.
Los primeros pasos fueron los más difíciles. Me tuve que apoyar varias veces en las paredes para evitar caerme. Cuando conseguí estabilizarme, empecé a caminar fuera del callejón, todavía iluminada por la escasa luz de la farola, hasta que ésta se acabó apagando, dejándome en la mayor de las oscuridades.
Cuando conseguí salir de allí traté de buscar alguna calle, algún cartel, algo que me ayudara a encontrar el camino de vuelta a mi casa, pero todo estaba demasiado oscuro y había demasiado silencio.
-¡AY!
Había pisado algo puntiagudo con el pie. Me apoyé contra una pared y palpé la planta de mi pie tratando de averiguar con qué me había echo daño. Noté un trozo de cristal e intenté quitármelo, pero se había incrustado demasiado en mi piel y me dolía mucho. Aún así traté de aguantar el dolor, me lo quité de un tirón y lo tiré hacia un lado. Unas pequeñas lágrimas asomaban por las comisuras de mis ojos, pero no iba llorar. Tenía miedo, pero no pensaba dejar que el pánico me dominase. El pie me sangraba, pero no tenía nada con que vendármelo para evitar que se infectara.
Fui a la pata coja apoyándome en las paredes que encontraba a mi paso. Estaba desesperada, tenía que encontrar mi casa, pero no reconocía nada. Fue entonces cuando lo sentí. Un aire cálido en mi nuca, la respiración de alguien detrás de mí.
Empecé a temblar y el miedo hizo que un sudor frío me recorriera la cara. ¿Qué debía hacer? La opción más lógica e inteligente hubiera sido correr, pero con el pie en ese estado me resultaba imposible. La única posibilidad que me quedaba era girarme, darme la vuelta y mirar cara a cara a quien me estuviera siguiendo. Traté de reunir algo de valor y me di la vuelta.
Nadie. ¿Me lo había imaginado? No podía ser, había sentido su aliento, lo había oído. ¿Cómo podía ser? Quería saber qué estaba pasando, pero no me iba a quedar allí. Volvía a retomar mi camino, pero siempre alerta ante el más mínimo ruido que pudiera escuchar.
Estaba muy cansada y el frío, que seguía aumentando, y la herida del pie, no me ayudaban. Las fuerzas me abandonaban, sentía que me mareaba y tenía nauseas. No lo aguantaba más y acabé cayendo al suelo.
Nunca me había sentido tan mal. Mi visión empezó a volverse borrosa, pero aguanté, no me iba a rendir. Me apoyé en un cubo de basura que había a mi lado y me levanté de nuevo. Otra vez. Sentí ese cálido aliento que minutos antes me había hecho temblar, pero que en ese momento sólo hizo que me relajara, como si me sintiera a salvo. Llevé la mano hacia atrás y cuando noté algo sólido lo agarré, me di la vuelta y lo vi.
Una farola. No podía ser. Estaba segura de que lo había cogido. No entendía qué demonios estaba pasando y sentía que la cabeza estaba a punto de estallarme. Ya no pude más. Me eché en el suelo y comencé a llorar.
No comprendía que pasaba. Me sentía como una niña pequeña llena de preguntas, pero con muy pocas respuestas: ¿Por qué me estaba pasando todo aquello? No lo sé. ¿Por qué nadie me puede ayudar? No lo sé.
Mis ojos empezaron a cerrarse y un profundo sueño me invadió. Ya no me importaba que el final se estuviera acercando, lo único que quería era que aquella pesadilla se terminase. Apagué mi mirada y traté de dormir. Otra vez. El aliento cálido me dio de nuevo en el cuerpo. Supuse que debía de ser una alucinación, provocada por la ausencia del calor, pero era tan real que me costaba procesar que aquello pudiera ser falso. Un burdo engaño de mi cerebro.
Abrí un poco los ojos, pero apenas podía ver algo, lo único que distinguía eran dos puntitos azules que me vigilaban desde lo alto. No, no eran dos puntos, eran ojos. Unos ojos azules como el cielo me miraban desde arriba. No sé por qué, pero cuando vi aquellos ojos clavados en mí lo único que se me ocurrió fue sonreír y pensar que un ángel me iba a llevar con él. Entonces me desmayé.
Cuando me desperté me encontré en un sitio que desconocía, hasta que caí en la cuenta de que me encontraba en mi propia habitación. Sentí como el sudor empapaba mi cuerpo y mis sábanas. Tenía la respiración acelerada y el corazón me iba mil. Todo había sido una pesadilla, una horrible pesadilla, pero por fin estaba de vuelta en el mundo real. Salí de la cama y justo cuando fui a ponerme las zapatillas sentí un dolor agudo en el pie.
-¡Pero qué...!

Tenía una venda ensangrentada rodeándolo. Me la quité con cuidado y vi una herida que se había puesto a sangrar. En un lado había un pequeño trozo de cristal. Lo cogí con una mano temblorosa y un gran miedo me sacudió el cuerpo, algo que sólo había sentido durante aquella pesadilla a medianoche. 


Bueno, esto no será una gran presentación, tampoco será de las peores, ni graciosa, ni seria, ni bonita, ni fea, ni larga, ni corta... Simplemente vengo aquí para decir algo:
Hola, me llamo Elena Cadavid. Un apellido extraño, ¿no? Bueno, siempre me he considerado un bicho raro y, aunque al principio me molestaba porque sentía que era por eso por lo que no caía del todo bien a la gente, decidí que eso era lo que me caracterizaba, que no me gustaba lo mismo que a los demás. Siempre he sido de documentales y libros, bastante solitaria, muy a mi pesar, hasta hace poco cuando empecé a conocer a gente y me di cuenta de que no estaba del todo sola, pero tardé en percatarme.
Recuerdo pasar los largos veranos en los que no podía salir engullendo libros y más libros. Los recreos en mi colegio estaba sola con la única compañía de los personajes de todas las novelas que leía. 
Tanta lectura hizo que empezaran a surgir en mí unas grandes ansias por crear historias y al principio las desarrollaba por completo en mi cabeza, pero nunca llegaba a escribirlas. De vez en cuando me daba por empezar a escribir algún libro, pero nunca los acabé, tampoco es que fuera muy bueno lo que relataba en ellos, estaba por aquella etapa de mi vida en la que me iba lo paranormal -NUNCA CREPÚSCULO-, pero yo seguía intentándolo. 
Durante cierto período concreto de mi vida comencé a escribir relatos bastante tristes y que comenzaban a ser macabros y algo sangrientos, todo debido a una serie de circunstancias que no relataré por aquí. El caso es que mi estilo se quedó en ése. Me va lo oscuro y sanguinario y cuanta más sangre haya mejor para mí.
Creé un blog que terminé abandonando, pero un tiempo después apareció Dormida entre rosas negras. Prefiero que el sobrenombre sea sólo Dormida entre rosas, pues no siempre van a ser a negras, ¿no? 
Escribo porque me gusta, porque hace que me sienta liberada y si me pongo a ello pues a veces sale algo bueno. No soy muy de poesía, aunque en ocasiones me salga rima. Me encantan los relatos, a pesar de que los finales se me escapen de vez en cuando. Escribo lo que siento y me siento Garcilaso que escribía del amor cuando malo era. No me encasillo, pero me va lo romántico. Lo que es triste e insólito forman mi marca de la casa, aunque en alguna ocasión la felicidad venga y algo bueno me dé por poner.
Voy a ser sincera, me encuentro muy feliz ahora mismo, la inspiración no me llega como antes, pero prefiero ser feliz y seguir tratando de escribir mis sanguinarios cuentos, aunque me tenga que devanar los sesos para que me salga algo bueno. 
Añadiré algunos detalles para acabar mi historia: Soy bajita, con mala leche y rara, pero esa soy yo y por eso me encanta ser quien soy. No quiero un corazón roto ni un alma hecha pedazos, quiero ver sonrisas allá donde mire, pero sobretodo, que sean reales.
Así terminaré, diciendo que estoy llena de defectos y unas cuantas cosas buenas. Espero que disfrutéis de mi mundo tanto como lo hago yo.
Un cordial saludo, de ésta, mi persona, Dormida entre rosas =)   


Y al final nos quedamos 
sin sueños para soñar 
porque nadie es valiente 
para hacerlos realidad.

Nos quedamos sin aire,
nos cuesta respirar.

Nos quedamos quietos
mientras vemos la vida pasar.

La dama negra llega
y en polvo todo se queda...


Vistas de página en total

Blog de escritura de Dormida entre Rosas. Con la tecnología de Blogger.

Seguidores