Las puertas sólo se abren cuando usas la llave correcta... Supongo que aún me quedan muchas por abrir y demasiadas llaves que encontrar. Los cerrojos me obstaculizan, no me dejan pasar y la vida no me regala las llaves que debo usar.


Perdidos en medio del mar estamos. El sol, de un resplandeciente color naranja, se hunde en las frías aguas frente a nosotros. Un precioso atardecer debo decir...
Ya se ha ido, todo está muy oscuro y me estremezco porque no quiero que la oscuridad nos devore, pero te siento a mi lado y el miedo desaparece, eso es lo único que se traga esta espesa negrura.
De repente, noto como unas luces iluminan nuestra barca. Miro hacia arriba, todo está lleno de estrellas. Las estrellas en el mar están preciosas. ¿Las ves?
¿Que tengo suerte? Pero, si las estamos viendo juntos amor. Cierra los ojos, acuéstate y siente como el bote se balancea suavemente por las olas, como si lo acunaran, la luz se apaga, abre los ojos y mira hacia arriba. ¿No están preciosas las estrellas?
¿Prefieres tener los ojos cerrados? Entonces ciérralos, nota como la barca se sigue meciendo en medio del mar, la brisa marina y ese intenso olor a sal, sigue con los ojos cerrados, seguirás viendo las estrellas. Ahí, justo encima de nosotros está la flecha de Sagitario y más para la derecha verás la Osa Menor. Mira un poco más a la izquierda, esas tres estrellas que están juntas son el cinturón de Orión y mira, allí está Júpiter, que bien se ve esta noche.
¿Notas esa leve presión en la mano? No te preocupes, soy yo que te la sostengo, con los ojos cerrados mirando juntos el cielo estrellado.

Pero aquí no acaba la historia: Con los ojos cerrados nos quedamos mirando al cielo hasta que una estrella blanca y veloz pasa ante nosotros, pido un deseo mientras te cojo de la mano con más fuerza, entonces noto como acercas tu cara a la mía y mi deseo se cumple, pero miles de otros deseos se cruzan en mi cabeza y los pido todos. Tantos sueños que quiero que se cumplan amor, tantos contigo... Pero, me pregunto ¿qué deseas tú amor?


Debo de haber muerto, esto sólo puede ser el puto Infierno...
Me han metido en una tumba de paredes blancas, con puertas de madera que al ser abiertas sólo te llevan hasta otra tumba. Prefiero no moverme de la mía, los personajes que hay tras esa vieja puerta son demonios que me chupan la sangre y ya casi no me queda fuerza por su culpa y también por la influencia que ejerce este lugar sobre mi pobre alma en pena.
Estoy tumbada boca arriba sobre un lecho de ásperas sábanas blancas. Mis pies cuelgan y tocan un duro suelo. Tengo los labios secos y muertos, se me agrietan y que horrible es el sabor metálico de la sangre.
Para aumentar la condena hay una ventana en mi prisión, que me permite escuchar los estresantes sonidos de la calle, que me deja ver el cielo azul. Me hace pensar que si salgo podré tomar el aire que le falta a mis pulmones, pero es una trampa... Fuera tan solo se respira veneno. Entra frío y cargado de un espeso polvo que te asfixia y te mata lentamente.
El calor es exasperante, pero son peores los mareos y los dolores de cabeza que me dan de las ganas que tengo de llorar. Odio este maldito lugar, ojalá que pudiera desaparecer, estoy harta y con ganas de gritar... ¡Socorro! ¡Sáquenme de aquí!

Sin embargo, ¿alguien medio muerto puede pedir auxilio?

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