Cuando mueres sólo sientes frío...
Hay muertes rápidas y sin dolor, pero hay otras que son como si te torturaran. La mía fue lo segundo, una horrible agonía. Un hombre al que no conocía entró en mi casa y como un loco cogió un cuchillo y me lo clavó. No fue una vez, ya me hubiera gustado, sino cinco y, luego, me cortó la garganta. La última sensación que recuerdo es el miedo a la muerte y tener ese sentimiento sumado con la calidez de la sangre que se resbalaba por mi cuerpo y me abandonaba fue la mayor tortura a la que me pudieron someter nunca, pero tampoco puedo olvidar el gran dolor que me provocaron las puñaladas, como si la hoja del arma estuviera hecha de fuego.
Por un momento mis ojos se cerraron y sentí que me dormía, mi mente se iba al mundo de los sueños. El problema era que me estaba muriendo...
Abrí los ojos, pero seguía sumida en medio de una profunda oscuridad. No sabía donde me encontraba, ni en que momento había recuperado la consciencia, aunque supongo que cuando mueres no tienes noción del tiempo, porque ya no lo posees.
Tardé en percatarme de mi situación y no lo podía creer. Sentí un gran vacío en el pecho, faltaba algo. No sé por qué lo hice, pero con una mano temblorosa palpé en el lugar donde tendría que estar mi corazón... No había nada.
Presioné más fuerte sintiendo pánico, pero ningún latido se escapó. Luego me di cuenta de que mis pulmones no se llenaban, no estaba respirando.
Un miedo aún mayor que el que me había embargado cuando sabía que moriría, me llenó todo el cuerpo, pero el vacío seguía ahí. Todo estaba demasiado oscuro y las ganas de gritar en un vano intento por pedir ayuda estaban aumentando. Un aullido de dolor ascendía por mi garganta, pero cuando lo iba a soltar... Nada surgió.
Fue entonces cuando me di cuenta: Cuando mueres sólo sientes frío, profundo e intenso. Era como hielo dentro de mis heridas.
Me abracé intentando obtener un poco de calor, pero no sirvió de nada. Llegó un punto en el que ya no me molestaba. El frío se introdujo en mi cuerpo y la sensación de vacío desapareció y el miedo fue transformándose en simple indiferencia.
Ya no había vuelta atrás, lamentarse no servía, sólo podía esperar y esperé...

0 comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total

Blog de escritura de Dormida entre Rosas. Con la tecnología de Blogger.

Seguidores